Inf. General
Objeto/Título
Muerte del príncipe de Viana
Nº de registro
DMP00004.00.00
Colección/Depósito
Depósito del Museo Nacional del Prado (DMP)
Autoría
Poveda y Juan, Vicente
Marcas de autoría
Firmado y fechado en el ángulo inferior derecho "V.Poveda. Roma 1887"
Escuela
Escuela española
Cronología
Documentada 1887
Contexto cultural
Edad Contemporánea
Estilo
Estilo historicista
Tipología
Pintura de caballete
Técnicas
Pintura al óleo (Técnica)
Soportes
Lienzo (Material)
Materiales
Pigmento al aceite, Óleo
Iconografías
Escena histórica, Personajes históricos, Reyes, Tema histórico
Titular
Museo Nacional del Prado
Ubicación
Hospital Real. Rectorado
Dimensiones
298 × 497 cm
Historia

La pintura representa un episodio real de la historia de la monarquía hispánica: la muerte de Carlos de Viana, hijo del rey Juan II de Aragón y heredero legítimo del trono de Navarra por parte de su madre, Blanca de Navarra. La escena se sitúa en el siglo XV, en un momento de intensa inestabilidad política en los reinos peninsulares.

Carlos de Viana fue una figura trágica: culto, admirado y querido por muchos, se vio enfrentado a su propio padre por los derechos sucesorios al trono navarro. Su padre, Juan II, se negó a cederle el trono a la muerte de Blanca, ya que casó en segundas nupcias con Juana Enríquez, madre de Fernando el Católico, lo que dio origen a una guerra civil en Navarra y más tarde a tensiones dentro de la Corona de Aragón. Carlos fue encarcelado por orden de su padre, lo que generó gran indignación entre la nobleza y el pueblo catalán, que lo consideraban su legítimo príncipe.

La obra muestra el momento posterior a su muerte en Barcelona en 1461, en circunstancias que aún hoy generan sospechas. Muchos contemporáneos creyeron que fue envenenado por orden del rey, aunque no se pudo probar. Su fallecimiento, a los 40 años, tuvo un profundo impacto político y simbólico ya que representó la frustración de una posible vía conciliadora entre las diferentes coronas hispánicas.

Vicente Poveda, al elegir este tema, no solo aborda un episodio histórico dramático, sino que también conecta con el interés decimonónico por figuras trágicas y nobles caídas en desgracia. A través de una puesta en escena sobria y contenida, el pintor revive el drama de un heredero frustrado por las luchas dinásticas y el poder absoluto. Encaja con el estilo historicista del siglo XIX, un estilo que no solo recuperaba episodios del pasado por su dramatismo, sino también como medio para reflexionar sobre la identidad colectiva.

La obra fue presentada en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1887, donde obtuvo medalla de tercera clase, consolidando a Vicente Poveda como uno de los pintores históricos destacados de su tiempo. La obra la adquirió el Estado y pasó directamente al Museo Provincial de Granada donde, dadas sus grandes dimensiones, permaneció almacenada hasta que, por Orden Ministerial de 15 de enero de 1979, se dispuso su depósito en la Universidad de Granada para adquirir un relevante lugar en el Rectorado tras la rehabilitación del Hospital Real hacia 1980. La entrega se hizo el 29 de enero de 1981.

 

Descripción

Obra de gran formato realizada al óleo sobre lienzo, de estilo realista y academicista, representa la escena posterior a la muerte de Carlos de Viana, heredero de la Corona de Aragón, en un ambiente palaciego sobrio y recogido.

La composición está cuidadosamente equilibrada donde el cuerpo del príncipe yace en un lecho, ligeramente desplazado del centro con un sutil escorzo que da profundidad a la escena, mientras varias figuras —religiosos, cortesanos y servidores— lo rodean en silencio, mostrando expresiones de respeto y contención. La luz entra de forma suave desde un punto lateral, iluminando el cadáver y creando un contraste sutil con el resto del espacio, lo que centra la atención del espectador.

Poveda emplea una paleta de colores apagados, dominada por ocres, grises y tonos rojizos oscuros, que refuerzan el tono fúnebre de la escena. El tratamiento del espacio, la perspectiva y el vestuario está realizado con gran precisión, demostrando el interés del pintor por la ambientación histórica rigurosa, propia de la pintura historicista del siglo XIX.

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