Objeto (Artístico): Cristo Crucificado

La obra representa a Cristo Crucificado en una composición vertical, donde la figura de Cristo ocupa el eje central de la escena. La postura de la figura es serena y equilibrada, siguiendo los principios del Neoclasicismo. El cuerpo de Cristo está representado con una anatomía precisa, sin los excesivos contrastes emocionales del Barroco, pero manteniendo una fuerte carga simbólica y espiritual.

La cruz aparece apoyada en otros maderos, con su base firmemente hundida en el suelo, otorgando verosimilitud a la escena. A los pies del Crucificado, se incluyen elementos simbólicos como una calavera —referencia a Adán y al lugar del Gólgota— y una serpiente aplastada, símbolo del triunfo de Cristo sobre el pecado y la muerte.

El rostro de Cristo muestra una expresión de calma, característica de la influencia del Neoclasicismo, con una ligera inclinación hacia el realismo moderado en cuanto a la representación de los detalles fisiológicos. La musculatura del cuerpo está representada de manera naturalista, siguiendo los principios de proporción clásicos, sin caer en la exageración.

El fondo de la obra es sencillo, con el foco de atención centrado completamente en la figura de Cristo, que aparece suspendida en la cruz clavado con tres clavos. La iluminación es suave, destacando las formas sin un alto contraste entre luces y sombras, en línea con las tendencias neoclásicas de claridad y simplicidad, pero siguiendo modelos barrocos establecidos, como por ejemplo, el Cristo de Velázquez. 

El uso de colores es contenido, con predominancia de tonos cálidos y naturales, y con poca ornamentación en los detalles. La obra transmite una sensación de serenidad y equilibrio, en contraste con las representaciones más dramáticas y emotivas del Barroco.