Este grabado es una copia exacta de la pintura de Pedro Pablo Rubens que ser conserva en el Museo del Prado llamado "La Sagrada Familia con Santa Ana". La pintura está realizada en un estilo característico de Rubens, con un uso dinámico de la luz y el color, y un enfoque en la representación de la figura humana con gran realismo y expresividad. Rubens viajó a Madrid en 1628 para encontrarse con Felipe IV, quién le encargó y adquirió pinturas del pintor flamenco barroco.
Aunque sea copia exacta del mismo, este tema ya se trata anteriormente en España por El Greco en una composición y colocación de los personajes similar, pero con su particular y extraordinario estilo. Ejemplo de ello es la pintura que se encuentra el Hospital de Tavera.
Se ha de decir que las representaciones de la Sagrada Familia en sus diferentes versiones comienzan a tener su mayor esplendor en el siglo XVI con la Contrarreforma y el Concilio de Trento, junto con la ideología Humanista característica del Renacimiento que se expandió por toda Europa, donde, incluso las imágenes sagradas toman un carácter humanizado que hace llegar al espectador de una manera más directa y afable.
En este grabado aparece representada la Sagrada Familia con Santa Ana mostrando en primer término a la Virgen María, que sostiene al Niño Jesús en sus brazos, rodeada por su madre Santa Ana, que se inclina hacia la escena central. A la derecha de la composición, San José está presente, en un segundo plano, mientras observa la escena con reverencia.
La luz fluye desde la parte superior, iluminando a las figuras, lo que resalta la pureza y santidad de los personajes representados. La composición es dinámica, con las figuras dispuestas en un ligero giro, lo que genera un sentido de movimiento y vida dentro de la escena estática.
El tratamiento de la anatomía humana es de cuerpos robustos y voluminosos, cuyas formas se destacan por la suavidad de la piel y la precisión de los detalles.
El fondo del cuadro es relativamente sencillo, con el arranque de un pilar y arco clasicista monumental que ocupa algo más de la mitad del mismo dándole profundidad a la escena y que permite que la atención del espectador se centre en las interacciones entre los personajes.
Transmite la devoción religiosa y la cercanía de las figuras sagradas a la humanidad, dentro de una composición equilibrada y llena de expresividad.