A través de una puerta de madera acristalada en la mitad superior, el artista observa a un hombre que, de espaldas, se asoma a una ventana. Se recrea la arquitectura interior de una cocina alicatada con azulejos blancos cuadrados, la cortina a través de la que el personaje protagonista saca la mitad superior de su cuerpo al exterior, la pintura blanca del zócalo, imprimiendo luminosidad a la escena a partir de la aplicación de blancos modulados por la luz que baña el espacio desde la altura. En contraste con la claridad ambiental, el brillante azul del pantalón que viste el protagonista se convierte en principal foco de atención del espectador, que también puede observar la ropa tendida a través de la ventana.
La composición planteada en tres planos juega con la perspectiva y la profundidad de los diferentes espacios recorridos por el pincel del pintor, que concede especial protagonismo a las líneas verticales, desarrollando una obra técnicamente correcta y cromáticamente equilibrada.