A partir de un interesante juego de blancos, negros y grises azulados, la artista crea un autorretrato donde aparece arrodillada, con las manos bajas enfrentadas y formando sendas concavidades.
La mujer como única protagonista de la escena, recortada su silueta sobre un fondo gris oscuro donde se observan las pinceladas verticales, ante un hogar inexistente, con los ojos cerrados y evocando lo que casi podría ser una posición de oración. Luce atuendo negro, el cabello es también de un denso negro y el rostro anguloso, alargado y de amplia frente.
El tercio inferior de la escena está protagonizado por una base de rocas en tonos grises, en cuyo centro se abre paso una forma cónica a través de la que se derrama el negro del vestido.