Oihana Cordero trabaja las series “Contracuerpos” y “Amantes” en torno a conceptos vinculados a la identidad, la subjetividad y las representaciones y relaciones sexo-género. Encontramos así un conjunto de piezas de formas no naturalistas pero orgánicas, formas de representación de cuerpos que se podrían relacionar con el ser humano, las diferentes maneras de habitar el propio cuerpo, de sentir, de relacionarnos.
Esta temática deriva del interés de Oihana Cordero en la sepia y su modo de vida, estableciéndose una significación simbólica entre el animal, su comportamiento y el que cada persona establece con el medio. A través de su producción, la artista nos invita a reflexionar sobre la capacidad de adaptación del animal, que fluye en la corriente marina en convivencia con otros cuerpos.
Cada pieza o conjunto de piezas de cerámica refractaria se hace acompañar de un elemento realizado en otro material que transforma el significado de estos cuerpos. Textiles, latex, ejemplares de prensa, cuero o metal son algunos de los elementos que nos invitan a reflexionar sobre la relación de estas estructuras biomórficas con materiales y formas que pueden introducir distintos matices en la percepción atendiendo a la experiencia previa del sujeto que mira.
Según palabras de la artista “Estas piezas, agrupadas bajo las denominaciones de contracuerpos y amantes, sugieren diversas corporalidades y formas de amar. Navegan, como la sepia, por una variedad de estrategias y maneras de tocar, de desear y de ser. Prácticas no normativas que van desde el dolor al placer, de la soledad al grupo, de la carne y el hueso al material sintético. Las vendas, las sábanas, la lencería, la profilaxis, los clavos, las prótesis, la suavidad y lo punzante, todo tiene lugar. Diferentes estrategias para el sexo y el amor, diferentes estrategias, también, para construir y transformar el cuerpo.”
En Amantes #19 las líneas curvas de la cerámica contrastan con la textura del material y su dureza. Asimismo, el trabajo de recreación de una superficie textil bordada imprime calidez y suavidad a la pieza, cuya contextualización se refuerza al colocarla sobre una almohada blanca.
Destaca en el conjunto la mezcla de elegancia, refinamiento y sencillez que convive en gran parte de la obra de la artista y se convierten en un referente común a su producción, junto a la mirada que no cesa en su investigación sobre la forma en que los individuos se relacionan con su propio ser, entre ellos y con el medio.