Sobre un formato longitudinal se reproduce la silueta de una especie vegetal desconocida que, como si un bordado se tratara, cuenta con los bordes definidos en blanco y se rellena mediante una estructura reticular que sugiere la materialidad de un encaje. Recortada sobre un fondo rojizo modulado por beiges y ocres, la naturaleza es la principal protagonista de la obra, si bien la experimentación a través de los juegos geométricos del fondo y el minucioso trabajo con que la artista genera líneas ondulantes recuerdan al trabajo tradicional de la decoración de tejidos.
La pintura se hace eco de las constantes en la obra de esta artista, cuyo interés por las formas vegetales y las geométricas adquiere una personalidad propia a partir de la libertad técnica y expresiva con que aplica la pintura, diluyéndola para utilizar los blancos y beiges de las preparaciones de fondo y los soportes como herramienta lumínica. El peculiar trabajo de dibujo, preciso en tanto que se ciñe a un tema siempre irreal al que enmarca y define a través de líneas gruesas, es una de las características de la producción de Carmen Casas.
En la composición destaca el equilibrio, del mismo modo que en el cromatismo de tonalidad fría que, haciendo uso de una exigua paleta, es reflejo de la actitud artística de su autora.