En la obra de Miguel Carini conviven la filosofía, la poesía y el color. La filosofía, como espacio de reflexión. La poesía, como fuente de inspiración para la creación de personajes y escenas que trasladan al espectador al exotismo de lo onírico, a lugares de una naturaleza desbordada, habitada por seres extraordinarios. El color, como base para crear ese espacio que transita entre el sueño y la magia, como una herramienta transformadora de personajes, animales y espacio natural, referentes que configuran una mitología tan personal como única.
La pieza que nos ocupa es una buena muestra de las cualidades que acabamos de mencionar. La esbelta y delicada silueta de un colibrí en vuelo se recorta sobre un conjunto de planos de color dotados de las texturas de la madera. El tono marrón que imprime el cuerpo del ave contrasta con los azules, verdes, rojos, blancos y ocres que configuran el fondo y se adorna de un minucioso calado en las alas y la región superficial de la cabeza y el cuerpo, hasta la cola, reproduciendo el brillo de las plumas del animal.
La composición parte de la verticalidad de las manchas cromáticas para introducir la presencia de diagonales a partir de las texturas de la plancha de madera. El título de la obra hace referencia al poema “Gacela del amor imprevisto”, de Federico García Lorca:
Nadie comprendía el perfume
de la oscura magnolia de tu vientre.
Nadie sabía que martirizabas
un colibrí de amor entre los dientes.
La admiración por la poesía lorquiana es, en Miguel Carini, una referencia temática y estilística que traduce en color y forma sus palabras. La popular iconografía del poeta mancha el papel y transmuta en forma el verso de Federico, como también ocurre con la obra de Martín Fierro, Horacio Quiroga y Mauricio Rosencof, entre otros, o Washington Irving, cuyos populares “Cuentos de La Alhambra” ha ilustrado para su publicación.