En el siglo XIX, el ejercicio de copiar como práctica primordial de aprendizaje entre los pintores venía impulsado desde las academias, ya afianzadas en Europa como centros de enseñanza artística oficiales desde los siglos XVII y XVIII. Pintores como Mary Cassatt, Édouard Manet o Edgar Degas, entre muchos otros ocuparon las salas de diferentes museos copiando las obras de los grandes maestros. El riojano Epifanio Barruso copia en este caso la obra de Eduardo Rosales pocos años después de su realización, demostrando el reconocimiento de Rosales como pintor consolidado. No obstante, en la obra de Barruso se aprecian valores plásticos muy diferentes al realismo del lienzo original, quizá fruto precisamente del copiar como ejercicio didáctico y veloz, como intento de asir la obra desde otros valores y de reinterpretar el lienzo más allá de su preciosismo realista. Así, el ejercicio de copiar, entendido en una dimensión más compleja "aporta un entendimiento no sólo como herramienta de instrucción sino como objeto de deseo y posesión al igual que los cuadros que reproducen" (Barroso Gutiérrez, 2020, p.59).
Barroso Gutiérrez, C. (2020) La importancia de la copia. En: El Museo del Prado en la Universidad de Granada [Catálogo de exposición, 13 de noviembre 2019 - 31 de enero 2020], p. 59.
La obra es una copia del original homónimo de Eduardo Rosales, actualmente en el Museo del Prado y realizado 18 años antes, en 1864. La obra, premiada con la Primera Medalla en la Exposición Nacional de 1864, representa el momento en que, tendida en un lecho con colgaduras, la reina Isabel (1451-1504) dicta su última voluntad al notario que, sentado, escribe sobre un pupitre mientras D. Fernando mira pensativo a este personaje. A la izquierda, junto al rey de Aragón, se halla en pie su hija Juana. Al fondo, a través de las cortinas de la cama real, asoman una dama y un caballero;. A la derecha, tres personajes más con el Cardenal Cisneros que viste de azul.
Rosales, ante la pretensión de hacer un gran cuadro de historia con elevada carga poética y simbólica, deja a un lado la rigurosidad de los hechos: En primer lugar, la Reina murió de hidropesía el 26 de noviembre de 1504 en el Castillo de Medina del Campo, redactó el testamento el día 12 y el codicilo el 23, por lo que tenía bastante más edad de la que aparenta la joven moribunda del cuadro.
Por otro lado, no estaban presentes la princesa Juana ni Don Fernando a quien pinta con abundante cabellera, cuando se sabe que ya a los 22 años había empezado a perder el pelo.
El Cardenal Cisneros es otro anacronismo, Rosales llegó, como se ve en sus bocetos, a ponerlo con púrpura, si bien luego se la quitó en el cuadro definitivo, cuando el capelo cardenalicio lo alcanzó años después de la muerte de la Reina. También a presencia de Fray Diego de Deza, Obispo de Palencia y confesor del Rey, representado como un eclesiástico vestido de azul, es otro error ya que no tendría por qué haber estado en el otorgamiento de la Reina Católica.
La objeción de que no se trata del otorgamiento sino del dictado es, de nuevo, una inexactitud, pues para dictar un testamento cerrado habría un exceso de personal, dada la delicadeza de ciertas cláusulas que afectaban a personalidades principales. No obstante, como otorgamiento faltan testigos y sobran Beatriz de Bobadilla y su marido Andrés de Cabrera, así como el contador Juan López de la Cárraga.
Rosales no se tomó la molestia de leerse el testamento, confundiendo frases del Codicilo con expresiones del testamento. Por último, el lujo de la estancia (alfombra de Cuenca, sedas de la cama, tapicería de la pared) contrasta con la modestia franciscana de los Reyes, destacando el reclinatorio con crucifijo y Libro de Horas. El único testigo verdadero es Gaspar de Gricio, Notario Público y Secretario de los Reyes.
El esquema compositivo es un escueto cubo, definido en términos rigurosamente geométricos. El punto de vista está desplazado con respecto al centro del cubo. Por otro lado, la distribución simétrica de los personajes hace que dimane de él una imagen de serena grandiosidad, deudora de la tradición clasicista. De la paleta sobria con ponderados pardos y grises verdosos, sobresalen armónicamente el rojo del traje del rey católico y el verde y oro de la dalmática del Contador.
Título | Lugar | Fecha | Fecha de Fin Ordenar ascendente | Otros Datos Relevantes | |
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El Museo del Prado en la Universidad de Granada | Sala de la Capilla del Hospital Real | 13-11-2019 | 31-01-2020 | Realizada con motivo del bicentenario del Museo del Prado |
Título | Información Documental | ||||
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Catálogo de Exposición "El Museo del Prado en la Universidad de Granada" | Pública |