Esta litografía, de mediados del siglo XIX, fue realizada por el grabador francés Louis-René-Lucien Rollet (1809-1862). Gran cultivador de la media tinta o manera negra, reprodujo a numerosos pintores, entre los que figuran Jacquand o Schopin, autor del original aquí representado.
Fréderic-Henri Schopin (1804-1880), alumno de Gros, obtuvo el primer premio de la Exposición Nacional de Roma de 1831. Las temáticas que cultivó fundamentalmente fueron la historia y el género, con las que obtuvo fama hasta el punto de ser ampliamente reproducido por los grabadores de la época.
Escena mitológica donde se identifica a la diosa Artemisa acompañada de dos perros y vinculada al arco como su principal referencia iconográfica, sentada en un primer plano poco iluminado. La presencia de este personaje en la obra titulada “Telémaco y Calipso” puede resultar desconcertante si atendemos a las narraciones mitológicas relativas al encuentro entre la ninfa y el hijo de Odiseo.
Telémaco sale de Ítaca en busca de su padre acompañado de su amigo Mentor, en quien se ha encarnado la diosa Atenea, diosa de la sabiduría y de la guerra cuya relación con Odiseo es de especial relevancia en el contexto de la Guerra de Troya y el regreso a su ciudad.
La relación entre los protagonistas está marcada por la iluminación y la dirección de sus miradas. Telémaco se presenta erguido en un claro contraposto. Desprovisto del carcaj y el arco, que cuelgan del tronco que flanquea la escena en el margen derecho, dirige a su pecho la mano derecha mientras que el brazo izquierdo, extendido, llama la atención sobre la presencia de Mentor. Frente a él, la mirada atenta de la ninfa Calipso, estrechamente relacionada con el mar, sentada junto a una mesa que promete abundancia de manjares. Con el cabello parcialmente recogido, diademas, peplo y vistosos pendientes, el autor remarca el encanto del personaje femenino, en torno al cual se representa una corte de ninfas que, recostadas sobre pieles, observan al arquero ensimismadas en su belleza efébica. Tendidas unas sobre otras, se susurran entre ellas al oído y dejan ver hermosas diademas de flores e impolutos peplos que enfatizan lo bucólico de la estampa.
Un discreto detalle llama la atención del espectador sobre el contenido de la escena: la ninfa invita a Telémaco a sentarse junto a ella, apoyando su mano sobre la silla que ocupa el ángulo inferior derecho. Quizás este sea el detalle que narra el desenlace de la historia. Calipso se ha enamorado, como ya lo hizo al conocer a Odiseo, pero la silla permanecerá vacía también en esta ocasión porque en su visita a la isla Telémaco ha quedado prendado de la ninfa Eucaris, a quien no podemos identificar en la composición.
El marco natural en que tiene lugar el hecho narrado es representado por el autor con excepcional precisión en el estudio de los ejemplares botánicos que aparecen en primer plano, el exuberante bodegón que puebla la mesa con patas formadas por esfinges, así como el fondo, donde se recrea un paisaje marino cuyos perfiles de piedra reproducen los de las islas mediterráneas.
En un segundo plano que puede pasar inadvertido para el espectador, tres ninfas se dirigen al mar. Se disponen a ejecutar la orden dada por Calipso tras recibir la negativa de Telémaco a permanecer en la isla: quemar el barco en el que zarpará.
Es imprescindible prestar atención a la magistral composición que, basada en la proporción áurea, agrupa a las ninfas en un extremo y, mediante un haz de luz diagonal, dirige la mirada del espectador a la figura del protagonista masculino.
La escena está basada en el libro VI de Les Aventures de Télémaque (1699), obra del francés François Salignac de la Mothe, Fénélon (1651-1715). De origen aristocrático y preceptor de los nietos de Luis XIV, fue elegido Arzobispo de Cambray (1695). La novela, de intenciones pedagógicas, fue prohibida por suponerse una sátira contra el rey y su gobierno.