Retrato masculino sedente, de cuerpo entero y punto de vista elevado, en un ligero picado frontal.
El dibujo es utilizado como herramienta que define la figura humana y el sillón donde el protagonista aparece sentado, mirando directamente al espectador. Una fina línea negra enmarca las manchas de color, que varían desde el denso negro del traje que viste el retratado, hasta el naranja que enmarca la escena, pasando por un blanco de matices grisáceos para el rostro o un azul-gris en el mobiliario. La reducida paleta cromática es hábilmente empleada por el artista en un ejercicio de expresividad basado en contrastes evocativo de las Vanguardias y de artistas como Matisse.
Una mesa en primer plano, vista de parcialmente, introduce la perspectiva de la escena, con líneas trazadas con una clara intención de marcar profundidad.
La pincelada amplia y expresiva trasciende los márgenes del dibujo y acentúa los contrastes, mientras que las manchas blancas compensan la composición y el cromatismo, introduciendo luz en la escena.