Inf. General
Objeto/Título
Vestido María Joséfa, la flor enajenada. Serie "Ocho mujeres de Federico García Lorca"
Nº de registro
CAC00014.05.00
Colección/Depósito
Colección de Arte Contemporáneo (CAC)
Fondo
Donación Luis Casablanca
Autoría
Casablanca Migueles, Luis
Cronología
Anterior a 2009
Contexto cultural
Edad Contemporánea
Estilo
Arte contemporáneo
Tipología
Esculturas
Técnicas
Técnica escultórica
Soportes
Papel
Materiales
Cartulina, Cartón, Hilo de cáñamo, Papel
Iconografías
Indumentaria
Titular
Universidad de Granada
Ubicación
Antigua Facultad de Medicina. Espacio V Centenario
Descripción

María Josefa es uno de los personajes de «La Casa de Bernarda Alba». Octogenaria, representa la vejez, el encierro y la locura, el ansia de libertad fruto de su confinamiento continuo en un cuarto de la casa de Bernarda, su hija, a quien no duda en arrojar continuas verdades y ante quien defiende la existencia de un profundo anhelo de vida aparentemente oculto bajo la máscara de la senectud. Pese a sus limitaciones y circunstancias, María Josefa desea casarse con un hombre apuesto a orillas del mar, encarnando frecuentemente la imagen de la ilusión frente a personalidad oscura y de carácter férreo de su hija.

La María Josefa de Casablanca es una mujer bella, vestida en tonos ocres y azules que encierran la pureza del blanco a partir de la imagen de un tejido formado a partir de la compleja urdimbre formada por diferentes piezas de papel que se ciñen a la cintura y acentúan la voluptuosidad de las formas del torso. El artista ha analizado al personaje y, sobre la vejez y la locura, han prevalecido la fortaleza y los deseos de María Josefa.

Partiendo de un intenso estudio de la figura de este y otros personajes, Luis Casablanca realiza una serie de esculturas habitables que van a reproducir el carácter de ocho mujeres lorquianas a través de diseños imposibles que se materializan mediante el uso de papel, cartón y otros materiales que, lejos de introducirse en patrones de vestuario, conjugan fuerza expresiva y metáfora, en tanto que se presentan como vestidos para un papel de teatro. A través de Belisa (“Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín”, 1933); Bernarda, Adela, María Josefa (“La Casa de Bernarda Alba”, 1936); Doña Rosita (“Doña Rosita la Soltera o el lenguaje de las flores”, 1935); Yerma (“Yerma”, 1934); Zapatera (“La Zapatera Prodigiosa”, 1930) y Soledad Montoya (“Romance de la pena negra”, 1928) el autor crea ocho piezas que sirven como imágenes de una parte del imaginario femenino de la literatura española.

Son, según Mar Garrido, «vestidos-cuerpo». Se trata de esculturas, trajes o, en definitiva, formas que adquieren corporeidad a partir del patrón, de los plegados de las faldas o los ceñidos corsés deshabitados y nos acercan a mujeres a las que, conozcamos o no, intuimos a partir de la ausencia de sus cuerpos y gracias a los colores y estructuras de sus ropas.

No podemos entender estas piezas sin ponerlas en relación con la práctica profesional y la formación del artista, en cuya producción abundan los bocetos de moda, diseños de sombreros, zapatos y vestiduras de carácter diverso que se completan con estas esculturas habitables e instalaciones donde, al mezclar objetos cotidianos como una cafetera, un zapato o un perchero envueltos en fieltro gris, Casablanca nos introduce en el concepto de tiempo neutro y, del mismo modo que los vestidos transmiten la esencia de la corporeidad que encierran, cada pieza alcanza su verdadero significado.

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